sesión del juicio por el homicidio en el Bar Deportivo TT y otros delitos
Una sobrina de Tejedor sitúa a los 2 sospechosos de matar a su tío en el bar días antes
Identifica sin titubear a Mariam B. y Ionel P. como los «rumanos» que hablaban de fútbol y pedían cervezas a Teodoro por su nombre
Tarde o temprano, tenía que salir a relucir el fútbol. Ese deporte al que Tejedor dedicó casi toda su vida y por el que, paradójicamente, pudo conocer a los que 2 hombres que ahora están acusados de matarle. Ambos negaron el conocer siquiera dónde está ubicado el Bar Deportivo TT. Sin embargo, una sobrina del fallecido identificó ayer con rotundidad a Mariam B. y Ionel P. como los «rumanos» que una semana antes comentaron un partido de la liga inglesa y otros detalles de ‘peloteros’ con su marido -que por contra no les reconoció- y con Teodoro, al que pedían las cervezas por su nombre, según declaró en la cuarta sesión del juicio.Con profusión de detalles, gracias a la memoria fotográfica que «por desgracia tengo», la mujer recordó cómo aquel domingo, 17 de septiembre de 2006, le preguntó a su tío por ese grupo, del que asegura formaban parte 2 de los 4 acusados y un chico rubio, al que identificó como Florin T., ahora en paradero desconocido. Lo hizo porque, desde que falleció el camarero que trabajaba allí, «todo el que no era cliente era el enemigo público número 1» y ella no se quedaba tranquila con desconocidos en el bar.De hecho, afirma que Tejedor solo hubiese abierto la puerta a un conocido. «No estoy convencida, estoy segura. Era una persona de rutinas», subraya en referencia a la noche de su muerte. Pese a que siempre cerraba por dentro y se quedaba en el bar para ver la tele -«más bien a quedarse dormido»- hasta las 2 de la mañana, aquella madrugada la pantalla estaba apagada y la puerta abierta. «Fue lo primero que me chocó y así se lo dije a la Policía», explicó. De hecho, antes de entrar en el bar llamaron por teléfono a la Policía. «Pero no porque hubiese pasado algo, sino para que tirasen la puerta abajo», remarca. Fue su madre la que bajó al bar de madrugada al ver que su hermano no había llegado a casa y divisó el cuerpo tendido al fondo del local. Corrió a avisarla a su domicilio, cercano a la barriada Juan XXIII. «¡Mari, Mari, que el tío se ha caído!», le gritó. Tardaron unos minutos en ser conscientes de que había algo más. Fue necesario que la sobrina viese el rostro de Tejedor. «Era una masa negra toda la cara», recuerda afligida.Personada en la causa como acusación particular, junto a otra sobrina, reconoció de nuevo un anillo con una piedra roja como uno de los que llevaba su tío y que fue entregado a la Policía por el cura ortodoxo Ioan B., también acusado, durante el segundo registro del piso de la calle Doña Berenguela. Los agentes que practicaron aquella diligencia -han declarado al menos media docena- coinciden en subrayar el nerviosismo del pope al saber que iban a entrar en su cuarto y que solo entonces les dijo dónde estaban las joyas. Su compañero de habitación negó ayer que le hubiese contado que las halló al ordenar la ropa tirada tras el primer registro. Recogido en www.diariodeburgos.es
Una sobrina de Tejedor sitúa a los 2 sospechosos de matar a su tío en el bar días antes
Identifica sin titubear a Mariam B. y Ionel P. como los «rumanos» que hablaban de fútbol y pedían cervezas a Teodoro por su nombre
Tarde o temprano, tenía que salir a relucir el fútbol. Ese deporte al que Tejedor dedicó casi toda su vida y por el que, paradójicamente, pudo conocer a los que 2 hombres que ahora están acusados de matarle. Ambos negaron el conocer siquiera dónde está ubicado el Bar Deportivo TT. Sin embargo, una sobrina del fallecido identificó ayer con rotundidad a Mariam B. y Ionel P. como los «rumanos» que una semana antes comentaron un partido de la liga inglesa y otros detalles de ‘peloteros’ con su marido -que por contra no les reconoció- y con Teodoro, al que pedían las cervezas por su nombre, según declaró en la cuarta sesión del juicio.Con profusión de detalles, gracias a la memoria fotográfica que «por desgracia tengo», la mujer recordó cómo aquel domingo, 17 de septiembre de 2006, le preguntó a su tío por ese grupo, del que asegura formaban parte 2 de los 4 acusados y un chico rubio, al que identificó como Florin T., ahora en paradero desconocido. Lo hizo porque, desde que falleció el camarero que trabajaba allí, «todo el que no era cliente era el enemigo público número 1» y ella no se quedaba tranquila con desconocidos en el bar.De hecho, afirma que Tejedor solo hubiese abierto la puerta a un conocido. «No estoy convencida, estoy segura. Era una persona de rutinas», subraya en referencia a la noche de su muerte. Pese a que siempre cerraba por dentro y se quedaba en el bar para ver la tele -«más bien a quedarse dormido»- hasta las 2 de la mañana, aquella madrugada la pantalla estaba apagada y la puerta abierta. «Fue lo primero que me chocó y así se lo dije a la Policía», explicó. De hecho, antes de entrar en el bar llamaron por teléfono a la Policía. «Pero no porque hubiese pasado algo, sino para que tirasen la puerta abajo», remarca. Fue su madre la que bajó al bar de madrugada al ver que su hermano no había llegado a casa y divisó el cuerpo tendido al fondo del local. Corrió a avisarla a su domicilio, cercano a la barriada Juan XXIII. «¡Mari, Mari, que el tío se ha caído!», le gritó. Tardaron unos minutos en ser conscientes de que había algo más. Fue necesario que la sobrina viese el rostro de Tejedor. «Era una masa negra toda la cara», recuerda afligida.Personada en la causa como acusación particular, junto a otra sobrina, reconoció de nuevo un anillo con una piedra roja como uno de los que llevaba su tío y que fue entregado a la Policía por el cura ortodoxo Ioan B., también acusado, durante el segundo registro del piso de la calle Doña Berenguela. Los agentes que practicaron aquella diligencia -han declarado al menos media docena- coinciden en subrayar el nerviosismo del pope al saber que iban a entrar en su cuarto y que solo entonces les dijo dónde estaban las joyas. Su compañero de habitación negó ayer que le hubiese contado que las halló al ordenar la ropa tirada tras el primer registro. Recogido en www.diariodeburgos.es
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