El día del Curpillos para una peña es una intensa jornada en la que se comparte trabajo, juerga y convivencial. Sin lluvia, pero con fresca temperatura, compartimos la festividad con la Peña Zurbarán, creada hace 5 años .
A las 7:45 de la mañana sale, rumbo al Parral, la tercera furgoneta cargada con los utensilios imprescindibles y los peñistas.
A nadie le extraña encontrar un día como el Curpillos en el Parral olor a morro, aglomeraciones, cierto polvo en el ambiente, gente perjudicada por el alcohol a última hora de la tarde, pelusa cuando el sol aprieta y colas hasta para ir al baño. De lo que no siempre somos conscientes es del trabajo que hay detrás de cada barra, los madrugones, el frío de primera hora, las tensiones con los pedidos que no llegan, los problemas con el utillaje y el cansancio que, minuto a minuto, va acumulando el cuerpo.
Para podérselo contar, este año hemos vivido la fiesta desde el otro lado de la barra acompañando desde primera hora de la mañana a la Peña Zurbarán, agrupación con el alma naranja creada hace cinco años en la barriada del mismo nombre. La peña la integran 261 miembros, de los que sesenta fueron los que soportaron el peso de la jornada desde las 7 de la mañana, hora relativamente tardía para comenzar, pero como las previsiones del tiempo no eran muy halagüeñas contaban con el retraso de la gente para alternar.
Tres camiones como tres soles se cargaron en apenas media hora con todo lo necesario para dar sustento a cuerpo y alma -el alma un día como éste se nutre de lo mismo que el cuerpo-. Cargados con lo imprescindible, lo siguiente era montar el chiringuito en la parcela número 28 -entre Los Gamones y la Casa Regional de Salamanca-, que es donde les tocó por sorteo.
Las primeras horas, entre las 8 y las diez, fueron las de la intendencia más inmediata: todo funciona con cierta organización desorganizada para que el engranaje no pierda tiempo en balde. A veces daba la sensación de que funciona por inercia porque eran muy pocos los que tenían una tarea concreta y el resto debía arrimar el hombro a lo que tocara: lo mismo colocar las barras, que recibir las bebidas y la comida encargada el día anterior, poner los fuegos en marcha, preparar la caja, subir el volumen de la música...
Como en casa
...Y de repente, todo funciona. Les empuja la fiesta y la convivencia porque saben que el Curpillos, como los sampedros, se viven de otra manera desde dentro. Por eso a Javi, el ‘vice’, no le importó venir de empalmada tras la jornada laboral, o a Jesús, el ‘presi’, estar solo por la mañana antes de marchar a otro tajo no tan voluntario. Ni a Moisés, de 9 años, echar una mano como el que más desde primera hora, o a Vicen, el más animado, hacer bromas con todos los compañeros.
Entre unos y otros consiguieron que para las diez, cuando llegaron los de los pinchos más tempranos, la Peña se moviera entre el verde de los chopos y el naranja de su indumentaria como si aquello fuera su casa de toda la vida. El engranaje funcionó y de las manos de unos y otros salieron 400 barras de pan, 60 kilos de cangrejos, 80 de chorizo y 60 de costillas, 140 caretas, 50 kilos de pinchos morunos, 18 barriles de cerveza más otros mil botellines, 300 litros de Coca-Cola y otros tantos de limón, y mil y mil de vino y agua.
«Este año necesitamos que el tiempo acompañe y vayan bien las cosas porque acaban de concedernos un local y tenemos que arreglarlo», comentaban sus miembros entusiasmados con ser protagonistas de este reportaje. Por eso vendían también papeletas para una tele y pusieron música pachanguera que animara a pararse en la barra de los naranja.
La paliza de primera hora fue recompensada con el refuerzo de peñistas de media mañana. Y pasado el mediodía, todos -pequeños, adolescentes, jóvenes y jubilados-, colaboraron para saciar a la marabunta que, con horario de paseo, llegaba con hambre y ganas de fiesta... y seguía, pasadas las horas, con hambre y ganas de fiesta. La peña estaba preparada: ya descansarán mañana. Diario de Burgos digital 10 de junio de 2011.-
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