Una historia de amor
Un ciudadano convoca una concentración a título particular para contestar a las preguntas de su hija mayor sobre la violencia que emana de la pantalla de su televisor cuando ven juntos los informativos
Las obligaciones de un padre con sus hijos son insondables, casi tanto como el fondo de armario de los niños cuando se trata de ponerse preguntones. Pero, si bien es conocido que no todas las respuestas satisfacen, todas educan. La cuestión es en qué dirección lo hacen. Admitido que lograr el silencio de un niño es como aspirar a que manifieste un empuje natural irrefrenable por mantener recogida su habitación, hay que jugársela y contestar.
A Raúl Escartín le sucede que Pandora, su hija mayor, suele ver con él las noticias, «que junto con los dibujos animados es lo único que se puede poner en casa», matiza mirando a la aludida y a Lola, la pequeña. Y Pandora, claro, pretende encontrar sentido a lo que ve (como tantos adultos, por otro lado). «Me preguntaba continuamente por qué tiran piedras, por qué está la Policía en las calles, por qué lo de Ucrania, por qué lo de Gamonal... Yo le explicaba que cada uno protesta como considera, pero también que hay otras formas de hacer las cosas».
Metido en el bucle de un inquisitorial interrogatorio infantil, la siguiente le iba entre ojo y ojo: «¿Y cuáles son esas otras formas de hacer las cosas?». Touché. «Decidí demostrárselo y me fui a la Subdelagación a pedir permiso para hacer una concentración; pensé que no me lo darían porque iba solo, pero me dieron la autorización y aquí estaremos hasta las dos de la tarde, tanto si viene uno como si vienen cien. No pretendo nada más que dar un ejemplo a mis hijas», explica.
Y así lo hizo. A las doce en punto y mientras el barrio de Gamonal se embutía en La Antigua para asistir a la misa de las Candelas, Raúl aparcó un cartel en el que se leía «Democracia sí, violencia no». Junto a él sus hijas. Nadie más. Algún curioso que se acercaba y preguntaba de qué iba el asunto, ofrecía un rápido apretón de manos y a otra historia.
«Esto no pretendía atraer a muchas personas; lo hago porque creo que debía hacerlo dentro de los cauces legales. Es mi pensamiento y aquí estaré vengan o no vengan», contaba.
El acto de Escartín tampoco aspiraba a ser una «reacción frente a nada», puntualización acaso oportuna en un escenario, Gamonal, en el que se han interpretado variadas formas de entender la protesta. La de ayer fue una lección de un padre al que no le interesaba portada alguna. Una simple y hermosa historia de amor que quizás Pandora tardará años en descifrar mientras sigue haciendo preguntas
A Raúl Escartín le sucede que Pandora, su hija mayor, suele ver con él las noticias, «que junto con los dibujos animados es lo único que se puede poner en casa», matiza mirando a la aludida y a Lola, la pequeña. Y Pandora, claro, pretende encontrar sentido a lo que ve (como tantos adultos, por otro lado). «Me preguntaba continuamente por qué tiran piedras, por qué está la Policía en las calles, por qué lo de Ucrania, por qué lo de Gamonal... Yo le explicaba que cada uno protesta como considera, pero también que hay otras formas de hacer las cosas».
Metido en el bucle de un inquisitorial interrogatorio infantil, la siguiente le iba entre ojo y ojo: «¿Y cuáles son esas otras formas de hacer las cosas?». Touché. «Decidí demostrárselo y me fui a la Subdelagación a pedir permiso para hacer una concentración; pensé que no me lo darían porque iba solo, pero me dieron la autorización y aquí estaremos hasta las dos de la tarde, tanto si viene uno como si vienen cien. No pretendo nada más que dar un ejemplo a mis hijas», explica.
Y así lo hizo. A las doce en punto y mientras el barrio de Gamonal se embutía en La Antigua para asistir a la misa de las Candelas, Raúl aparcó un cartel en el que se leía «Democracia sí, violencia no». Junto a él sus hijas. Nadie más. Algún curioso que se acercaba y preguntaba de qué iba el asunto, ofrecía un rápido apretón de manos y a otra historia.
«Esto no pretendía atraer a muchas personas; lo hago porque creo que debía hacerlo dentro de los cauces legales. Es mi pensamiento y aquí estaré vengan o no vengan», contaba.
El acto de Escartín tampoco aspiraba a ser una «reacción frente a nada», puntualización acaso oportuna en un escenario, Gamonal, en el que se han interpretado variadas formas de entender la protesta. La de ayer fue una lección de un padre al que no le interesaba portada alguna. Una simple y hermosa historia de amor que quizás Pandora tardará años en descifrar mientras sigue haciendo preguntas
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