Es la interlocutora con el tejido asociativo de la ciudad, la encargada de mantener la comunicación con las asociaciones o los Consejos de Barrio, una tarea que tiende a complicarse y que a veces deriva en serios desencuentros entre la administración y los ciudadanos, como ha ocurrido recientemente en torno al bulevar de la calle Vitoria.
¿Cómo entiende usted la Participación Ciudadana?
Es la forma de dar voz y opinión a los ciudadanos sobre los asuntos públicos. Es un ejercicio pleno de democracia y un síntomas de madurez democrática, porque no solo tenemos que pedir el voto a los ciudadanos cada cuatro años.
Esa es la teoría, pero, ¿en la práctica cómo se puede ejercer?
Estando en contacto directo con los ciudadanos, los barrios y las asociaciones. Los responsables públicos no tenemos ideas así como así sino que surgen de la interacción con los ciudadanos. Eso ayuda a formar unos programas electorales y tener unas propuestas de gobierno que luego se refrendan en las urnas.
En Burgos, el modelo de Consejos Sectoriales y de Barrio deja fuera a los ciudadanos individuales, parece que solo puede participar el que está en una asociación. ¿No es esa una participación a medias?
No, no. Solo que está canalizada hacia el movimiento asociativo, pero es que esta ciudad es un filón en ese sentido.
¿Y es un tejido activo?
Por supuesto. Tenemos más de 700 asociaciones inscritas que cualquiera puede consultar en nuestra web y hay que reconocerlas un plus en estos momentos en los que prima el individualismo o los novísimos movimientos sociales en los que uno se agrupa pero no deja testimonio de quién es y constituye una plataforma o una asamblea, sin personalidad jurídica propia, sin estructura.
¿Estos movimientos también son para usted Participación, le valen como interlocutores, teniendo en cuenta su funcionamiento asambleario?
Son una forma de participación, sí. Aunque es muy difícil trabajar con ellos si no tienen un líder formal o informal que asuma compromisos. Por ejemplo, no se pueden ocupar espacios públicos porque sí. Hay que seguir los cauces establecidos. Porque las reglas del juego son iguales para todos. No me puedo saltar un procedimiento para quemar contenedores, y a partir de ahí hacer lo que me dé la gana. Son movimientos interesantes, pero la dificultad que tienen es la permanencia temporal, y prueba de ello es que experiencias como el 15-M no han sido luego capaces de cristalizar en algo a largo plazo.
¿Por qué las asociaciones se quejan permanentemente de que ustedes no les escuchan?
No estoy de acuerdo con esa afirmación. Tenemos cerca de 700 asociaciones y que tengan ese carácter reivindicativo que usted dice son muy pocas. Me está hablando de una asociación o de una federación, aunque es cierto que elevan la voz más que otros y encuentran difusión a sus mensajes catastrofistas. Este Ayuntamiento, día a día, tiene una agenda muy completa de reuniones con los vecinos. Tenemos concejales de barrio, algunos con una relación fluida casi casi semanal. Ahí se tratan sus inquietudes, hasta las más mínimas. En cualquier caso, los ciudadanos son cada vez más exigentes y así debe ser. Y nosotros tenemos que normalizar el rendimiento de cuentas y explicar por qué hacemos lo que hacemos.
¿Cree usted que las asociaciones están politizadas?
Hay de todo. En cierta medida todos estamos politizados y eso es bueno, porque todo el mundo tiene su opinión. Pero en muchas asociaciones dentro de sus directivas coexisten distintas sensibilidades.
¿Esa politización dificulta su interlocución?
Yo no lo he visto. Los concejales nos debemos a los ciudadanos y me agrada lo mismo reunirme con una asociación o con otra. A veces es bueno que te recuerden que las cosas salen bien, pero también que lo hagan con lo que no estamos haciendo bien. Para mi no es ninguna dificultad, repito que es un síntoma de madurez democrática.
¿Que les pasa a los Consejos de Barrio que no funcionan, como está pasando en San Pedro de la Fuente o en Gamonal?
Mire, de los 25 barrios solo unos pocos que están constituidos como Consejos, y hay una parte que está en situación de irregularidad. Me refiero a lo que marca el Reglamento de Participación Ciudadana, donde se indica un máximo de mandato de 2 años para los presidentes. Eso es muy poco tiempo. En algunos Consejos la renovación de directivas se produce con fluidez, pero en otros se excedieron en el plazo del mandato. Algunos ya están en ello. Otros no se han llegado a conformar como Consejo, otros apenas dan señales de vida y tendremos que tomar cartas en el asunto... En San Pedro de la Fuente y Gamonal queremos impulsar las renovaciones. En el primer caso, finalizado el mandato de su presidente falta un empuje para liderar el proceso, y es que la participación vecinal es mucho más que organizar unas fiestas. En el caso de Gamonal hubo una dimisión y no se presentó nadie a las nuevas elecciones. Ahora hemos adquirido con ellos el compromiso de retomar un trabajo intenso con las asociaciones del barrio que no participaban para animarlas. Está siendo un trabajo duro pero queremos provocar nuevas candidaturas.
¿Por qué hay asociaciones que rechazan estar en los Consejos?
Porque es una forma de complicarse la vida y de asumir una responsabilidad. Cuando eres portavoz de un barrio y fallas la gente te despelleja, te acusa de estar politizado, de estar vendido al Ayuntamiento... De auténticas barbaridades. Y cuando un Consejo lo hace bien y salen las cosas adelante, sin ruido, nadie de los propios vecinos se lo reconoce. Casi nunca tienen ninguna recompensa y están sometidos a enormes tensiones.
¿El conflicto de Gamonal ha dejado herida en el movimiento vecinal de la ciudad en general y del barrio en particular?
Es pronto para valorarlo. La zanja, literalmente, todavía está abierta. Y hay que dejar pasar un poco de tiempo para no tomar decisiones en caliente. Como el propio Consejo de Gamonal. Vamos a tomárnoslo sin prisa, porque interlocutores siempre seguimos teniendo. La pena ha sido la instrumentalización mediática y política de un proyecto que era bueno para los burgaleses.
¿Le han fallado al Ayuntamiento los ‘oídos’ en esa zona, para no darse cuenta de la oposición que había al proyecto?
No. El trabajo previo fue muy bueno, fue muy comunicado, recibió muchas propuestas... De lo que estoy segura es de que muchas personas que salieron a la calle no conocían el proyecto. Han conocido informaciones que les han llegado, les han preocupado, se juntó con ‘la tormenta perfecta’, con un momento económico muy delicado y una mala situación social para muchas familias. Tenemos que mejorar la forma de comunicar las cosas, hemos aprendido la lección y no podemos dar nada por sentado. Y sobre la utilización política, hay un grupo encantado de haberse conocido. Pleno tras pleno monta su numerito, viene con su grupo de acompañantes y demuestra que este sistema no le gusta pese a que lo critica desde dentro.
¿Qué implicará el próximo cambio al sistema de organización por distritos?
De entrada, una agrupación de barrios, con un compromiso mucho más formal entre la administración y los distritos. Barajamos que sean solo dos, este y oeste. Será otra forma de gestión. Más moderna, con rasgos de descentralización, y ahí de nuevo vamos a necesitar a vecinos que se impliquen, a personas valientes.
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