Guiño al porvenir. El presidente asegura que la empresa «será más competitiva, fuerte y sólida» con la entrada en funcionamiento de la nueva planta de Gamonal, el «legado» que habrán de recoger «las generaciones futuras»
Basta una sola frase para poner de manifiesto la confianza que la plantilla de Campofrío tiene depositada en su presidente. «Yo me creo todo lo que dice Pedro Ballvé». El autor de tan lacónica y sintética expresión es el máximo representante de los trabajadores, Hilario Sancho. Y la pronunció ayer. Así que los 600 empleados que acudieron al acto de colocación de la primera piedra de la Nueva Bureba -en el mismo lugar donde la antigua planta quedó reducida a cenizas el 16 de noviembre de 2014- no estaban ni mucho menos inquietos. Este sentimiento de seguridad -que descansa en el cumplimiento de todos los compromisos que adquirió la dirección desde el día del incendio- no impidió que todos los asistentes al ritual se emocionaran e ilusionaran con el conmovedor discurso que pronunció la cara más visible de la multinacional burgalesa. Una alocución que contó con un epílogo turbador, al más puro estilo de las campañas publicitarias de la compañía, con seis trabajadores poniendo -simbólicamente- los seis primeros ladrillos de las nuevas instalaciones. Más de una lágrima se deslizó por los rostros de los asistentes.
Todas las miradas, las de los trabajadores, los políticos y los agentes sociales y económicos burgaleses, perseguían la figura de Ballvé. No había pronunciado una sola palabra todavía, pero nada más colocarse ante el atril para dirigirse a la concurrencia una ovación atronadora le obligó retrasar en casi un minuto el inicio de su discurso, que pronunció sin mirar ningún apunte, lo que convirtió su alocución en una arenga sincera y espontánea. Declaró que la catástrofe «sacó todo lo mejor» de los accionistas, directivos, mandos y trabajadores de Campofrío, una mutación que dio origen a «un circuito mágico» que logró que todos remasen «en la misma dirección», con una sintonía «como nunca» habían tenido.
«Algo nació» en mitad del desastre, manifestó, algo que culminará con la puesta en funcionamiento de una planta que convertirá a Campofrío en una compañía «más fuerte, competitiva y sólida». «Se hablará de un antes y un después del incendio», afirmó Ballvé, para agregar que el ejemplo que está dando la multinacional hace bueno el refrán castellano de «no hay mal que por bien no venga».
Y es que Pedro Ballvé habló con euforia del porvenir de la marca que echó a andar hace 62 años en lo que hoy es el parque Félix Rodríguez de la Fuente. «Burgos ha visto nacer y desarrollarse a Campofrío y Burgos será testigo de los próximos 100 años de la empresa», expresó con orgullo acerca de la nueva planta. Un «legado» que habrán de recoger «las próximas generaciones», en un futuro que Ballvé consideró «difícil de prever, pero que no asusta y que seguro que será mejor».
Pero el macroproyecto -de más de 94.000 metros cuadrados construidos- no arribará a buen puerto «sin el trabajo colectivo y admirable» de todos, advirtió, y recordó que el primer ladrillo «se puso el mismo 16 de noviembre de 2014, el día del incendio». El anuncio, en esa misma jornada, de que la multinacional construiría una nueva planta, y en Burgos, «consiguió minimizar el impacto» de la catástrofe y logró serenar «a los miles de clientes y millones de consumidores» que confían en Campofrío, lo que contribuyó «a reducir la pérdida de cuota de mercado».
Además, subrayó que «el compromiso de levantar la nueva planta en Burgos se hizo en un momento difícil, cuando todavía no se sabía con qué ayudas» iba a contar la multinacional para sufragar todo el proyecto. Aun así, Campofrío hizo el anuncio, en su obligación de cumplir «con la ética empresarial y la responsabilidad social», si bien el presidente del grupo cárnico advirtió de que la decisión también respondió a la creencia de que «la nueva fábrica hará más competitiva económicamente» a la empresa.
Fue difícil para él disimular la alegría y la emoción. Aquel desastre del 16 de noviembre de 2014 «rompió la historia de la compañía», pero Ballvé resaltó una sucesión de valores que aquel incendio no pudo desbaratar. «Fue incapaz de destruir lo que hizo que Campofrío haya llegado hasta lo que es en nuestros días, la capacidad de soñar con el futuro», destacó. Y tampoco consiguió derribar la «capacidad de superar las dificultades» de todos los que trabajan día a día en la compañía, «con un compromiso que ha permitido desarrollar» el negocio hasta las cotas actuales.
En la memoria. El presidente del grupo cárnico dedicó palabras de agradecimiento a la solidaridad que han mostrado y siguen mostrando «los burgaleses desde distintos rincones de la ciudad». Se acordó del Ayuntamiento, del Gobierno central y de la Junta, sobre todo de su presidente, Juan Vicente Herrera, con el que vivió «las primeras horas del incendio», cuando juntos observaron «cómo ardía la fábrica».
Sobre el acto de colocación de la primera piedra dijo que se trata de «una meta volante», como ha habido muchas en los últimos diez meses, y confió en llegar a la meta final ese esperado 16 de noviembre de 2016, cuando se cumplirán dos años justos del incendio. «El futuro es de todos nosotros, la Nueva Bureba llevará el nombre de Burgos por todo el mundo», concluyó.
Todos los presentes prorrumpieron en otro gran aplauso. El silencio que se hizo entre los más de 600 asistentes durante los 10 minutos que duró su discurso combatió con el zumbido del viento que azotó la carpa donde tuvo lugar el acto. El estrépito de las lonas azotadas por el aire intenso y el ruido de la estructura metálica en la que se sostenían los toldos no supusieron distracción alguna para los trabajadores.
Justo después de que terminara de hablar Ballvé proyectaron el conmovedor anuncio en que seis trabajadores de Campofrío reciben en casa y por correo un ladrillo (a toda la plantilla le llegó uno) que simboliza el inicio de su nueva etapa en la empresa, con la construcción de la nueva planta. Esos mismos 6 empleados (Dolores González, Lorena Santamaría, Juan José López, Rodrigo Benito, Miguel Ángel Benito y Juan Carlos Pérez), en representación de todo el personal, fueron quienes colocaron sus ladrillos sobre la primera piedra, con una solemnidad que emocionó, una vez más, a todos los presentes.
Fin de un acto que contribuyó a redoblar las esperanzas de los casi 900 trabajadores que hace diez meses vieron cómo todas sus ilusiones se venían abajo y quedaban reducidas a ceniza. Los rostros compungidos aquel 16 de noviembre de 2014 -muchos de ellos bañados en lágrimas- se tornaron ayer ilusionados, con una emoción optimista, sabedores de que su empresa garantiza su futuro y la de los suyos.
Al final, la jornada de ayer fue toda una fiesta. No estará presente en los calendarios laborales, pero a buen seguro que no pocos trabajadores se acordarán del 16 de septiembre de 2015, el día en que la fábrica de la Nueva Bureba empezó a levantarse gracias a la unión de empleados y dirección, gracias a las administraciones y gracias a toda la sociedad burgalesa, un ejemplo de solidaridad en tiempos difíciles
Comentarios