Pieza a pieza, el puzle bibliotecario capitalino se va completando. Primero hallaron su sitio las municipales, salvo la del Teatro Principal, que sigue cerrada. Después se puso en marcha la Universitaria y el Bibliobús se lanzó a la carretera. Ayer fueron las ubicadas dentro de los centros cívicos las que encontraron su lugar en este mapa de la nueva normalidad. Su reapertura, como la del resto de dependencias, a medio gas. Solo se permite devolución y préstamo de libros. Pero había ganas. Por lo menos, entre los usuarios de Río Vena. Un goteo constante de lectores pasaron por allí, sobre todo, a dejar sus ejemplares.
La mecánica es sencilla. Van, tocan en el cristal (el timbre está inactivo por seguridad), sale el conserje, abre la puerta y el mismo usuario deja el material en un carro en la entrada. Los trabajadores los recogen y los ponen en aislamiento preventivo 14 días.
El préstamo se hace previa petición del ejemplar deseado a través del teléfono o del correo electrónico. El fondo se puede buscar en casa en el catálogo de la Red de Bibliotecas de Castilla y León o consultarlo con los bibliotecarios de cada centro. Si en el rastreo figura Localización temporal significará que está en cuarentena y no es prestable.
Eva fue una de las usuarias de Río Vena que no esperó más días para devolver El último barco, de Domingo Villar, que tenía que haber dejado el pasado 25 de marzo. No se llevó otro. La pandemia la ha obligado a comprarse el lector electrónico, además de que le da reparo meter en casa algo ajeno. «Por ahora, hasta que no pase todo esto, nada. No es lo mismo, prefiero el papel, pero en estas circunstancias...», señala. Sin pensar en el virus y sí en el entretenimiento de sus niños, había llamado otra Eva esa misma mañana por teléfono para reservar dos libros infantiles, aunque reconoció que antaño sí dejó en cuarentena y desinfectó otros. Para ella fue una grata sorpresa saber que ahora permiten coger diez ejemplares por un mes prorrogable a 15 días más.
«Se nota que la gente tenía ganas. Ya la semana pasada vinieron algunos, sobre todo, a devolver, aunque el plazo sigue ampliado, pero también a coger nuevos libros. Es un goteo constante», explica Pedro Arechabala Campo, coordinador de las bibliotecas de los centros cívicos, quien tranquiliza a quienes tengan miedo de llevarse materiales por culpa del virus: «Todos llevan dos meses sin ser tocados. No hay problema».
Poco a poco, también las bibliotecas de Río Vena, San Agustín y Capiscol y las familiares de Huelgas, Vista Alegre y Gamonal Norte se reencuentran con sus lectores. DB
La mecánica es sencilla. Van, tocan en el cristal (el timbre está inactivo por seguridad), sale el conserje, abre la puerta y el mismo usuario deja el material en un carro en la entrada. Los trabajadores los recogen y los ponen en aislamiento preventivo 14 días.
El préstamo se hace previa petición del ejemplar deseado a través del teléfono o del correo electrónico. El fondo se puede buscar en casa en el catálogo de la Red de Bibliotecas de Castilla y León o consultarlo con los bibliotecarios de cada centro. Si en el rastreo figura Localización temporal significará que está en cuarentena y no es prestable.
Eva fue una de las usuarias de Río Vena que no esperó más días para devolver El último barco, de Domingo Villar, que tenía que haber dejado el pasado 25 de marzo. No se llevó otro. La pandemia la ha obligado a comprarse el lector electrónico, además de que le da reparo meter en casa algo ajeno. «Por ahora, hasta que no pase todo esto, nada. No es lo mismo, prefiero el papel, pero en estas circunstancias...», señala. Sin pensar en el virus y sí en el entretenimiento de sus niños, había llamado otra Eva esa misma mañana por teléfono para reservar dos libros infantiles, aunque reconoció que antaño sí dejó en cuarentena y desinfectó otros. Para ella fue una grata sorpresa saber que ahora permiten coger diez ejemplares por un mes prorrogable a 15 días más.
«Se nota que la gente tenía ganas. Ya la semana pasada vinieron algunos, sobre todo, a devolver, aunque el plazo sigue ampliado, pero también a coger nuevos libros. Es un goteo constante», explica Pedro Arechabala Campo, coordinador de las bibliotecas de los centros cívicos, quien tranquiliza a quienes tengan miedo de llevarse materiales por culpa del virus: «Todos llevan dos meses sin ser tocados. No hay problema».
Poco a poco, también las bibliotecas de Río Vena, San Agustín y Capiscol y las familiares de Huelgas, Vista Alegre y Gamonal Norte se reencuentran con sus lectores. DB
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