Pese a la alargada sombra del coronavirus, la celebración del Año Santo Compostelano vira las miradas hacia todos los caminos que conducen a Santiago. Los ojos del periodista barcelonés Sergio Fernández Tolosa lo han hecho en muchas ocasiones desde su primera vez con 19 años. Durante los dos últimos, ha vuelto a las sendas para plasmarlo en Caminos de Santiago. 25 rutas jacobeas (Geoplaneta), un libro que recoge los recorridos más transitados y los desconocidos, con la narración en primera persona, paso a paso, pueblo a pueblo, con detalles históricos, artísticos, naturales actualizados, una completa guía práctica para primerizos e incluso recomendaciones contra la covid (que, obviamente, variarán según evolucione la pandemia).
Advierte que ni es experto en el Camino, ni historiador del arte ni ingeniero en obras públicas, simplemente un peregrino inquieto a quien le gusta hacer rutas a pie y en bici, sobre las que escribe, y así se refleja en esta publicación, que tampoco ansía ser una guía definitiva de los itinerarios jacobeos. «El Camino de Santiago es un universo en el que intervienen muchas disciplinas, que se estudia desde hace muchos años, con nuevos descubrimientos, distintas interpretaciones, controversias que generan dónde empieza y acaba uno, su consideración de ruta jacobea o no...», matiza.
El objetivo no es meterse en esos jardines, sino anudarse las botas, echar la mochila al hombro y ponerse a andar (o pedalear) por las vías más populares o las más solitarias. «Hay gente a la que le gusta repetir cada año el mismo y es fantástico, pero otras quieren descubrir nuevas ermitas, catedrales, paisajes, gastronomías... Y puede hacerlo. Junto a los grandes recorridos, están otros más solitarios por descubrir. Hay un potencial extraordinario. Todos están ahí, ya existen, no nos los hemos inventado ni señalizado nosotros», apunta y asegura que la riqueza de la red es tal que cualquier español o portugués puede salir de casa, coger un ramal y enlazar con otros hasta Santiago.
Un mapa de la península ibérica al inicio de las 256 páginas confirma sus palabras. De Sevilla a Astorga atravesando toda Extremadura (Ruta de la Plata); de Almería a Mérida por el antiguo Al Ándalus (Camino Mozárabe); de Castellón a Fuentes de Ebro, por viejas vías romanas convertidas después en caminos reales (Camino del Maestrazgo y Bajo Aragón); desde Lisboa a Santiago, con tanta antigüedad como el Francés, con discurrir en paralelo a la costa lusa (Camino Portugués); desde Oviedo a la capital gallega, a través de montañas verdes y frondosos bosques (Camino Primitivo)...
Cinco son los que tocan la provincia de Burgos: Camino Francés, el más popular y transitado de todos, que la atraviesa de este a oeste, desde Redecilla del Camino a Itero del Castillo; Camino Olvidado, una de las rutas ancestrales, que se adentra por Las Merindades procedente de Bilbao hacia Cacabelos; Camino Soriano, que va de Gallur (Zaragoza) a Santo Domingo de Silos, con el silencio como aliado; Camino Vasco del Interior, que se cuela en el Condado de Treviño y tiene una variante por Miranda de Ebro; y Camino de la Lana, de Valencia a la capital burgalesa, paso de pastores, esquiladores, mercaderes y ovejas, una de esas sendas en las que el apellido jacobeo suscita debate.
Sea cual sea el rumbo elegido, Fernández Tolosa recomienda no tomarse este peregrinaje como un desafío deportivo y ponerse metas asequibles «si quieres vivir la experiencia y profundizar en el componente cultural, espiritual, la fraternidad entre los peregrinos y captar la esencia de que es un viaje distinto».
Lo dice por experiencia. Anota que la primera vez lo hizo solo movido por las ganas de vivir una aventura y desbocado. «Cuando eres joven siempre buscas lo que hay más allá del horizonte, no ves lo que hay más acá». Pero algo mágico debió descubrir, no sabe qué, para volver a coger el bordón una y otra vez y apasionarse por este entramado infinito.
Una red, insiste, que no existiría sin el determinante papel de las asociaciones de amigos del Camino de Santiago de las distintas localidades en la recuperación y promoción de estos itinerarios en los últimos 30 años. «Sin su ilusión, su trabajo y su colaboración hoy no estaríamos hablando ni disfrutando de ninguna de estas rutas. Desde las instituciones se ha dado apoyo, pero muchísimas de las acciones que se realizaron entonces venían de la pasión de los particulares», enfatiza y recuerda que en aquella primera salida, tras preguntar en el pueblo por un albergue, fue una familia la que le acogió en su casa como peregrino e incluso al día siguiente lo acompañó durante un tramo. Aún guarda su número de teléfono.
Y aunque Caminos de Santiago. 25 rutas jacobeas debía tener un número finito, su autor sí aboceta nuevos itinerarios de ‘una red en constante crecimiento’. DB
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