No hace falta siquiera que se pongan el chándal porque el partido lo tienen ganado antes de empezar. Los Reyes Magos juegan en otra liga y no hay temperaturas bajo cero que les amilane ni jornadas maratonianas que puedan con ellos. En los tres polideportivos donde Sus Majestades hoy -como ayer- reciben a los más pequeños el frío se cuela hasta los huesos porque las instalaciones tienen las puertas abiertas para que estén bien ventiladas y estamos viviendo los días más gélidos de la temporada. Pero a los más pequeños no hay invierno que pueda arrebatarles la ilusión de tenerles cerca, ni distanciamiento que obligue a olvidarse de lo que representan.
Este año no toca que los caramelos lluevan desde las carrozas, ni esperar de pie a que la noche ponga luz a esa magia de la infancia. Sin embargo, aunque sea en polideportivos desangelados (y en algún caso destartalado), con las sillas separadas, esperando media hora para verles diez minutos y sin poder darles la mano ni gritarles ese último regalo que no entró en la carta, los Reyes Magos vuelven a ganar el partido, porque lo único que importa es su presencia.
Las circunstancias sanitarias de la epidemia han anulando la cabalgata y les ha obligado a adelantar su llegada a Burgos (aterrizaron el domingo en helicóptero) para poder estar un ratito, apenas un cuarto de hora, con cada grupo que acude a los polideportivos. En San Amaro, donde no pudieron entrar las carrozas realizadas por la Asociación de Artistas Plásticos de Gamonal, los Reyes Magos recitaron el poema que Gloria Fuertes les dedicó (El camello cojito). Y en el polideportivo Mariano Gaspar propusieron a los asistentes abrazarse a sí mismos para con ese gesto abrazar a todo el mundo.DB
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