Los cuatro fallecidos por atropello en pasos de cebra en los dos últimos meses han encendido todas las alarmas, y no es para menos. ¿Mala suerte? ¿El maldito azar? ¿Conjunción de circunstancias? ¿Irresponsabilidad? ¿Delito manifiesto? En todos los siniestros de estas características suelen darse una mezcla de concurrencias que se dan cita en una tragedia de este tenor para un resultado tan trágico. También es cierto, y este reportaje trata de arrojar algo de luz al respecto, que no siempre se dan las mejores condiciones para evitar que suceda una fatalidad. Hay pasos de cebra a los que carga el mismísimo diablo. Cierto que todo conductor que se acerca a uno debe ser prudente y reducir la velocidad; cierto que todo aquel peatón que posea un mínimo de aprecio por su vida debería tratar de asegurarse de que es visto antes de dar un paso en falso. Pero a menudo alguno de los citados puede despistarse por la razón que sea, y hay lugares, puntos negros, que parecen estar esperando, al acecho, para que se desate el infortunio. Este periódico ha podido comprobar que hay pasos de cebra muy peligrosos por muy diversas circunstancias.
Hay una que parece haber pasado por alto a quienes velan por la seguridad de todos: la visibilidad. La de todos; pero especialmente la de los conductores. Son muchos los peatones, y más los conductores, que no entienden cómo es posible que en el arranque -en el nacimiento mismo de un paso de cebra- se instale un tupido arbusto o un árbol que oculta por completo al peatón que va a cruzar. Es un caso sangrante en muchos puntos de la ciudad, como en la avenida de Castilla y León, por ejemplo, donde se han registrado varios siniestros. Usuarios y vecinos de esta vía están más que acostumbrados a escuchar frenazos de película y a tener sustos que, en algunos casos, han concluido en desgracias irreparables. El paso de cebra que se encuentra a la altura del número 86 de esta avenida es uno de esos lugares que entrañan un peligro terrible: el peatón que se encuentra en la mediana y quiere cruzar es ocultado totalmente por un arbusto de dimensiones anormales para el lugar en el que se encuentra. Este humilde plumilla, en el trance de elaborar este reportaje y en aras de otorgarle la veracidad debida, se llevó un susto de muerte tratando de servir de ejemplo. Ocurre algo muy similar en el túnel de Islas Baleares: los peatones que tratan de cruzar desde el Carrefour hacia la avenida de Cantabria se ven casi tapados por el peralte y por algunos arbustos, con lo que su presencia es a menudo sorpresiva para los conductores que no han tomado el túnel y se dirigen avenida de Cantabria abajo...
Hay más obstáculos que impiden una buena visibilidad para el conductor, o que contribuyen a que ésta no sea la que corresponde: he aquí esos contenedores -pelín alejados, además, de la acera-, que se convierten en un peligro enorme: no todo el mundo ostenta altura como la de Pau Gasol, así que intentar cruzar oculto-tapado tras uno de los contenedores constituye un riesgo cierto: en la calle Santiago, en Gamonal, sucede. Y en tantas otras. Hay soluciones, y quienes estudian la vialidad de la ciudad lo saben: el pasado domingo, sin ir más lejos, el mayor de la Policía Local sugería como una solución retirar todo obstáculo pegado a un paso de cebra -coche aparcado, contenedor, seto traidor- y ubicar en su lugar un aparcamiento de motos o de bicicletas que no sean una barrera o un muro visual, por ejemplo.
Los aparcamientos. El aparcamiento en sí mismo se ha convertido en otra invitación a la ofuscación y al peligro. Barrios como el G-3 lo padecen a diario. Muchas de sus calles (Duque de Frías, por ejemplo) están diseñadas para el aparcamiento en línea... Pero se aparca en batería, con lo que esto acarrea. Si el vehículo que se encuentra pegado al paso de cebra es grande, o una furgoneta (ya no digamos una camioneta), éste ocupa casi lo que tres rayas blancas del paso, esto es, que el peatón empieza a cruzar tranquilamente y hasta da varias zancadas antes de exponerse al cruce de calle puro y duro. Y para quienes pilotan un vehículo, esa presencia de un peatón es repentina, súbita, inesperada. Algo parecido sucede en calles que recientemente han registrado sucesos trágicos, como Obdulio Fernández, donde una mujer fue atropellada hace unas semanas con resultado mortal y donde, de nuevo, el arriba firmante pasó las de Caín para llegar a buen puerto.
No ayuda en absoluto la doble fila. Esos vehículos que, ante la ausencia de un sitio en el que estacionar, lo hacen en el peor lugar posible: pegaditos a un paso de peatones, especialmente por delante en el sentido en el que va el tráfico. Eso resta casi toda visibilidad al conductor que discurre por la vía, con el peligro que ello entraña. Se sabe que la velocidad, el alcohol, las drogas y las distracciones como el teléfono móvil son los principales peligros al volante. Pero tampoco es menos cierto que un irregular escenario -cualquier caso de los citados, o determinados pasos de cebra desgastados y apenas reconocibles por falta de mantenimiento- no contribuyen en absoluto a la convivencia entre quienes van al volante y quienes lo hacen caminando.DB
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