Por definición, una población envejece cuando aumenta su porcentaje de adultos mayores y al tiempo que desciende el de niños y personas en edad de trabajar. Y Burgos cumple sobradamente todos estos requisitos. El éxodo rural evidencia esta evolución en el conjunto de la provincia, motivado en términos generales por nuevas realidades demográficas vinculadas con la natalidad, a la baja, y el incremento de la esperanza de vida. No obstante, detener la mirada en la capital, ajena aún a la aguda agonía del censo que sufren el grueso de los pueblos, ofrece idéntico resultado. Los datos cantan.
Según las cifras del Instituto Nacional de Estadística correspondientes al año 2022, por cada habitante de la ciudad menor de 5 años hay ya dos que superan los 80. En concreto, son 6.112 frente a 12.843, más del doble. Difícil relevo.La foto fija que ofrecen los número más recientes dista de ser puntual. Se revela más bien fruto de una tendencia iniciada hace una década, periodo en el que la franja de edad de burgaleses de 0 a 4 años se ha rebajado un 30%, tras tocar su techo del siglo en 2012.
De aquellos 8.833 pasaba a 8.800 un año después. Comenzó entonces un descenso paulatino que ha desembocado en el dato actual, por debajo incluso del total de población mayor de 85 años.En concreto, la capital registra 7.524 habitantes por encima de esa edad, 1.412 más que menores de cinco años. El adelantamiento se produjo hace un lustro. 2018 fue el último año que se saldó con más pequeños burgaleses, 7.609, que octogenarios enfilando la segunda mitad de la década y más allá: 7.163. Se invirtieron en 2019 las posiciones, 7.279 frente a 7.364, y hasta hoy la distancia no hace más que aumentar, definiendo un nuevo perfil de la pirámide de población local.EL CORREO DE BURGOS
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