Las indicaciones de cirugía bariátrica van a menos en el HUBU desde la pandemia, que coincidió en el tiempo con la aparición de medicamentos que ayudan a perder y/o a controlar el peso sin necesidad de pasar por el quirófano. Y, de hecho, los más veteranos en el equipo responsable de abordar la obesidad en Cirugía General, afirman que se ha pasado de hacer «más de 30 al año» a una media de 15 a partir del 2020. Sin embargo, matizan que, bien por intolerancia a los fármacos o por otras causas, «siempre habrá algún candidato» para este tipo de cirugía, que es «muy agresiva». De ahí que destaquen que es imprescindible tener claro que la operación es «una herramienta» para ganar salud y evitar así otras enfermedades vinculadas al exceso de kilos, no una cuestión estética.
«La gente sigue sin asociar obesidad con patología, cuando está relacionada con otras muchas enfermedades: diabetes, hipertensión, síndrome de apnea obstructiva del sueño (SAOS) o cáncer; de colon, de esófago, de páncreas, ginecológicos, de próstata...», dicen, puntualizando que «estamos viendo cánceres de esófago en pacientes que hace años era imposible que tuvieran y se debe al reflujo, que se asocia a la obesidad».
Estas operaciones competen a la sección de Cirugía Esofagogástrica -que dirige la especialista Mar Viana-, cuyo equipo médico experto en obesidad está conformado por los cirujanos María de la Plaza, Óscar Vidal, Isabel Sánchez y Alberto Palomo. El jefe de servicio, Miguel Ángel Álvarez, explica junto a ellos que en los últimos cuatro años se ha practicado esta operación a 62 personas, de las cuales una falleció. «Es una cirugía compleja y con alta tasa de complicaciones», señala, insistiendo en que esa es otra de las razones por las que se debe comprender que la cirugía bariátrica es el último peldaño del tratamiento para la obesidad. «Es una enfermedad que lleva estigma», añaden Sánchez y De la Plaza, puntualizando que «se tiende a culpabilizar a los obesos de su problema y nos ocurre incluso a nosotros. Es algo que habría que trabajar porque es realidad a medias».
Cada paciente que llega a las manos de este equipo arrastra una larga experiencia de terapias y dietas pautadas por Endocrinología. «Pero si se demuestra que una dieta bien llevada y controlada no es efectiva, los endocrinos nos lo presentan y si, en la sesión que tenemos conjunta y con Psiquiatría, consideramos que es apto, le hacemos el preoperatorio, que es bastante largo».
La reintervención es «testimonial», pero se hace más por exceso de pérdida de peso
La Sociedad Española de Cirugía de la Obesidad determina, en base a unos estándares internacionales, que esta operación se indica en función del Índice de Masa Corporal (IMC, la relación entre peso y estatura) de los pacientes y de las demás enfermedades que tiene a causa del exceso de kilos. Así, sobre el papel, serían candidatas personas con un IMC superior a 30 si tienen comorbilidades asociadas (diabetes, hipertensión, patología osteoarticular...) o de 35 si no tienen. El equipo aclara que con estos valores se habla de una persona de entre 110 y 120 kilos y una talla de 1,70 metros. Pero el IMC medio de los pacientes intervenidos en el HUBU es de 46. «Todo depende de la altura, pero sí hemos operado a personas de más de 200 kilos», explican, matizando que las mesas de quirófano del HUBU soportan un máximo de 250 kilos. Así que en caso de que se rebase ese límite, hay que derivar al paciente fuera; algo que ya ha ocurrido en alguna ocasión.
Pero la teoría se acompaña siempre de la práctica, en la que el equipo multidisciplinar conformado por cirujanos, endocrinos y psiquiatras valora, antes de la cirugía y del preoperatorio, «la adherencia al tratamiento»; es decir, que el paciente demuestre compromiso firme en la voluntad de cambiar de hábitos de vida para tener mejor salud. «Si no lo hace, dejaría de ser candidato, porque estas intervenciones tienen unas consecuencias nutricionales tan importantes que requieren de un compromiso muy estrecho por parte del paciente», señalan.
Así, el hecho de que las listas de espera demoren tanto los preoperatorios es, en este caso, otra oportunidad para verificar esa convicción acerca de que hay un problema de salud que solucionar con hábitos de vida. Antes de entrar al quirófano de Cirugía General, deben pasar por Cardiología, Neumología (para determinar si necesita una prueba de sueño o no), Psiquiatría, Rehabilitación y Digestivo (para pruebas de imagen). «La polisomnografía es la cita que más tarda y puede llegar al año fácil», dicen, añadiendo que «la gastroscopia también, y es fundamental, porque vamos a cortar el estómago y tenemos que verlo por dentro».
Dos tipos de técnicas. Cuando el paciente se considera 'apto', el equipo decide qué técnica se le practica. En el HUBU se hacen dos: la manga gástrica o sleeve y el bypass gastroileal. «La primera es restrictiva y la segunda, malabsortiva», dicen, especificando que son las dos grandes familias de procedimientos quirúrgicos para tratar el exceso de peso.
En pacientes «menos obesos y con menos problemas», así como en jóvenes, se suele practicar la manga gástrica, que consiste en «dejar el estómago convertido en un tubo, por lo que tienes menos hambre y por eso es restrictiva». María de la Plaza apunta que «es menos agresiva, pero tiene el inconveniente de que si comes mucho de forma continuada, el tubo se puede dilatar y perder efectividad. Pero si la selección del paciente es adecuada y hay compromiso, es muy efectiva».
Para pacientes con un cuadro clínico más severos, se recomienda el bypass gastroileal, que es más 'radical' porque se reduce el tamaño del estómago a la vez que se actúa en el intestino. «Localizamos la desembocadura entre el intestino delgado y el grueso y cortamos parte, para anular funcionalidad y provocar malabsorción. Luego, donde se ha cortado intestino se empalma con el estómago que hemos dejado», explican, muy a grandes rasgos para que se pueda entender, pero destacando que «es más agresiva, pero bastante más efectiva porque combina las dos técnicas».
62 pacientes operados de obesidad en el HUBU en los últimos cuatro años. De las dos técnicas que se practican, en la mayoría de los casos se opta por la agresiva, que reduce estómago y anula funcionalidad al intestino
A la mayoría de los pacientes que se interviene en el HUBU se les aplica la segunda técnica y, en general, el equipo destaca que en el año y medio siguiente a la operación, «todos pierden peso; mientras que a partir del segundo año pueden ganar algo, pero el 90% o más se mantiene ahí». Hay algún caso en el que se vuelve a producir sobrepeso -lo cual obliga a empezar de nuevo con el proceso de cambio de hábitos, porque es infrecuente que se valore una nueva cirugía, aunque se puede hacer- y, las más de las veces, se adelgaza de más. «Pueden ir muy bien muchos años y, de repente, hacer malabsorción», dice De la Plaza, apuntando que la reintervención, por una causa u otra, es testimonial, con «uno o dos casos al año».
La cirugía bariátrica no está exenta de riesgos y, en ocasiones, se complica. «El miedo es el mismo que en cualquier otra cirugía en la que cortas y empalmas intestinos: que haya una fuga, que el cosido con el estómago falle». El porcentaje de casos en los que sucede, dicen, «es bajo». Pero cuando ocurre, el paciente lo lleva particularmente mal, «porque no se consideran enfermos».
Por eso insisten tanto en que el tratamiento de la obesidad exige de un cambio completo de hábitos. «Deben aprender a comer, a elegir lo saludable para ellos, a meter el ejercicio de forma progresiva... Les cambia la vida», dicen, destacando que no es en balde: en la mayoría de los casos en los que hay adherencia al tratamiento, «casi nadie toma pastillas para la hipertensión o la diabetes al año de la cirugía». Y ese es el objetivo: la salud.DB
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