El gran escritor y pensador Manuel Vázquez Montalbán dijo de él que era «la democracia con chapela y la tolerancia educada en el rechazo de todas las intolerancias padecidas». Coraje, resistencia, dignidad, valentía, libertad, amor al arte, a la tierra y a la vida. Todo eso fue, y mucho más, Agustín Ibarrola, universal artista vasco al que se honra estos días con una exposición en el Museo Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, ubicado en Vitoria.No puede comprenderse al pintor y escultor vizcaíno, al hombre que se inventó Oma, un bosque mítico dentro de otro, un grito libérrimo y salvaje de belleza, sin su atribulada biografía, que tuvo en Burgos un episodio trascendental, como resalta la muestra que puede verse hasta el próximo mes de septiembre.
El artista, fallecido hace un año y medio, se merecía que la exposición temporal más importante del año en este centro memorial se dedicara a su figura y a su condición de resistente, de luchador, de artista y hombre comprometido con la libertad, enemigo acérrimo de dictaduras, llámense franquismo o la que impuso durante medio siglo la malhadada banda terrorista ETA, que lo tuvo durante lustros en el punto de mira y que amargó su existencia hasta límites inadmisibles. «Es una exposición que habla del Ibarrola activista y denunciante.Pero no de lo que le hicieron a él, sino de lo que él hizo para poner de manifiesto estas situaciones», explica Raúl López Romo, responsable de la gestión expositiva del centro.
Aunque la muestra está más centrada en la obra que realizó durante la época del terror etarra, su experiencia de casi cuatro años preso en el penal de Burgos cuenta con un protagonismo especial. No en vano, en la sala en la que puede verse Agustín Ibarrola. Resistencia/Huella puede contemplarse uno de los dibujos originales que el artista realizó en su celda de la cárcel burgalesa y que, como tantos otros, logró sacar de forma clandestina para que fueran vistos y expuestos en distintos países de Europa. Imágenes de represión, tortura, evocaciones de lucha... Impresiona el trazo, la oscuridad de la pintura, la ominosa impresión de angustia, dolor, rabia, miedo...
El pintor y escultor fue detenido por pertenecer al Partido Comunista en 1962 y juzgado en Consejo de Guerra.Condenado a nueve años, cumplió cinco, cuatro de ellos en la prisión castellana; el resto, en Basauri. La terrible experiencia de su presidio en Burgos marcó su vida según confesión propia: «Yo era joven, estaba triunfando en París y era reconocido como artista de las vanguardias parisinas.Y cuando me detuvieron no sólo me metieron en el agujero del penal de Burgos, sino en el agujero social y profesional».
«Estas piezas lograron salir de la cárcel (...) gracias al apoyo brindado al antifranquismo por una red de organizaciones, colectivos e individuos que enmarcaban sus demandas en la defensa de los derechos humanos y la amnistía de los presos políticos. Con su liberación, las pinturas de Agustín Ibarrola contribuyeron a gestar un cambio, un punto de inflexión en las movilizaciones y actuaciones en relación con los presos: de tener como principales protagonistas a miembros del entorno familiar, se pasó a un apoyo más amplio y a reclamar el fin de la represión y la libertad del conjunto de presos políticos españoles», recoge la página web que mantiene viva la llama y el legado de este hombre insobornable y libre. Se proyecta un vídeo en la exposición en el que pueden verse más pinturas elaboradas por Ibarrola en la cárcel de Burgos.
Otra de las piezas destacadas de la exposición es la sentencia en la que Ibarrola es condenado, así como un conmovedor documento militar, calificado como confidencialidad, en el que se recoge una iniciativa impulsada por el genial escritor Fernando Arrabal, quien en nombre de un comité creado exigía la libertad del artista y que fue enviada a varios ministros españoles, así como al capitán de la VI Región Militar de Burgos, en la que se pone de manifiesto el escándalo de la opinión pública internacional y se exige «devolver a Ibarrola su tarea de pintor siendo muy grande la responsabilidad que toma ante la Historia y ante España quienes le tienen encalabozado».
En la muestra, comisariada por José Ibarrola, hijo del artista, dominan con una fuerza brutal, descomunal, aquellas obras que creó para denunciar el horror: da igual sin ellas se impone blanco y el negro o el color; todas ellas resumen la valentía, el grito, la denuncia.Porque tras el infierno de la dictadura franquista, a Ibarrola le iba a caer otra condena casi hasta el final de sus vidas por oponerse a otro régimen, el que impuso con miedo, sangre y muerte la banda terrorista ETA. Buena parte de las piezas que se exhiben en la exposición están creadas durante los años de tiranía de aquellos salvajes, que se cebaron con él y con su obra. Pero Ibarrola jamás claudicó. Entre 2000 y 2012 tuvo que vivir con escolta. Y su obra, tanto en el maravilloso bosque de Oma como aquella que tenía repartida por toda la geografía vasca, fue agredida, destrozada... En cierta ocasión, en los albores del siglo XXI, hablaba para este periódico en estos términos: «En el País Vasco percibimos todos los días fenómenos del nazismo alemán».
Aunque es imposible resumir el legado de un artista tan totémico como Ibarrola, el espacio expositivo permite hacerse una idea cabal del mismo. Estremecen los grabados secuencia del incendio que los ultraderechistas Guerrilleros de Cristo Rey provocaron en su caserío-taller en Gametxo-Ibarrangelua en 1975; el magnífico óleo del vasco con candado en la boca; esculturas y óleo con encapuchados; un cuadro silueta en color de 2002 y la txiribita del logo del Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco (Covite), que se ha convertido en todo un símbolo.
*Agustín Ibarrola. Resistencia / Huella, puede verse en el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, con sede en Vitoria, hasta el 21 de septiembre.DB
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