Lo nunca visto hasta el año pasado. Gente pidiendo sus primeras consumciones en barra a las 10 y media de la mañana, con las peñas acabando de ponerlo todo a punto para recibir a miles de personas. «Una especie de desayuno», bromeaban Fátima y Paola, de la Peña Cultural y Recreativa de Fátima, dando por hecho de que el traslado de la Jira de El Parral al paseo de La Quinta ha cambiado por completo los usos y costumbres de muchos burgaleses.
Ese fue, de hecho, el principal tema de conversación durante toda la jornada. En un Curpillos que, de acuerdo a las primeras estimaciones, apunta a un nuevo récord de asistentes. Alrededor de 50.000, según le trasladaron al presidente de la Federación de Fajas, Blusas y Corpiños de Burgos, Miguel Santamaría, a última hora de la mañana. Lo que está claro, al margen de las cifras, es que el «boca a boca» funciona porque «el año pasado el sitio gustó».A expensas de la consulta popular anunciada por la alcaldesa, Cristina Ayala, la mayoría de las peñas se muestran partidarias de ‘mudar’ la Jira del Curpillos a La Quinta. Según ha podido saber este periódico, un sondeo interno reflejó que tan solo una cuarta parte de las agrupaciones se oponen. A pie de calle, la sensación es similar.
Partidaria del ‘no’ es Ainhoa. Y lo tiene muy claro. «Quiero que El Parral sea siempre en El Parral, en el recinto de toda la vida. Esto podremos llamarlo como queramos. Será el Quintal en todo caso», sentenciaba antes de trasladar una propuesta: dos fiestas porque «en Burgos otra cosa no, pero somos muy de salir a la calle a tomarnos unos pinchos».Entre los indecisos se encuentra Manza. La Quinta le parece «espectacular» y «hay muchísima más sombra», pero «por tradición no lo cambiaría». En cualquier caso, lo importante no es el lugar sino seguir disfrutando del Curpillos «con la misma gente: mis amigos».
«Es otra ubicación, pero la esencia es la misma», asegura Bafles, de Blusas del Metal pese a indicar que, en este nuevo emplazamiento, «las peñas están un poco más juntas y la gente se puede mover un poco mejor». Por su parte, Juanjo, Montse y José Antonio (vecinos del G-3) se quedan, sin pensarlo, con La Quinta por los siglos de los siglos.Más allá del debate, lo importante es que el Curpillos se desarrolló sin incidentes reseñables. La sala de operaciones del 112 recibió algún que otro aviso por golpes de calor y poco más mientras casi todas las intervenciones eran asumidas por Cruz Roja.
Las peñas, como era de esperar, no daban abasto. De nuevo, Chamarileros volvió a ser a ofrecer un amplio surtido de productos sin gluten (desde chorizo y morcilla hasta morro o costilleja). Con una carpa aparte para evitar la contaminación cruzada, la asociación Celiacos Burgos agradece inmensamente su labor porque a nivel logístico requiere un «esfuerzo titánico».Si algo ha cambiado, aparte de la ubicación, es la oferta gastronómica. Lo de siempre se mantiene, pero nunca está de más innovar. Como en Los Abstemios, con sus paellas y sus patatas asadas; o como en Fátima, cuya principal novedad este año eran los perritos calientes y las bolitas de pollo.EL CORREO DE BURGOS.-
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